Esta mancha de plástico del Pacífico fue descubierta por casualidad en 1997 por Charles Moore, un oceanógrafo norteamericano, durante un crucero de Los Ángeles a Hawaii, al navegar por un vórtice que los marineros generalmente evitan porque hay poco viento y mucha presión.
Jean-Michel Cousteau, explorador, ecologista, educador, productor de películas, es el primer hijo del famoso explorador y defensor de los océanos Jacques-Yves Cousteau. Él y su equipo se dirigieron a la isla de Laysan para grabar un documental. Al llegar al lugar, se encontraron con que las playas eran un auténtico vertedero, con basura procedente de todo el mundo. Junto a los desechos se encontraron los cadáveres de decenas de crías de albatros con mecheros y muñecos de plástico en sus estómagos. La explicación, muy simple y a la par muy triste: los adultos habían confundido los llamativos objetos con peces de colores y se los habían dado de comer a sus crías.
La masa de basura está compuesta por objetos procedentes de Japón, China, EEUU y Canadá sobre todo, fragmentos de plástico que el mar es incapaz de deshacer y que pueden seguir flotando durante „cienes y cienes“ de años. Según datos de Greenpeace, de los 100 millones de toneladas(sí, 100.000,000.000 kg...uno se pierde con tantos ceros) de plástico que se producen cada año en el mundo, un 10% tiene su destino final en los mares. Se estima que más de un millón de aves y unos 100.000 mamíferos marinos, como ballenas, delfines y focas, están muriendo cada año como consecuencia de la contaminación marina, simple y llanamente por nuestra culpa.
El aspecto más espectacular del problema, pero no por ello el más preocupante, son las aves que mueren tras ingerir los mecheros o las tortugas que quedan encajadas en las carcasas de plástico. Lo que más nos tiene que preocupar ahora es que los objetos más pequeños se están mezclando con el plancton y han entrado en la cadena alimenticia. Algunos de los peces capurados en la zona tenían en su estómago decenas de objetos y habían asimilado importantes cantidades de sustancias tóxicas. En su última expedición, Moore viajó al oeste de Hawaii y comprobó que en algunas zonas la proporción era de 48 partes de plástico por cada parte de plancton recogida.
En todas sus travesías, Moore encuentra auténticos cementerios flotantes, redes abandonadas que siguen atrapando a todo tipo de criaturas durante años. En las denominadas „redes fantasma“, es tan fácil encontrar una tortuga o un delfín moribundo, como montones de botellas y conos con inscripciones en japonés.
Pero, sin lugar a dudas, el objeto más dañino del mar tiene apenas unos milímetros de diámetro. Se trata de unas pelotitas de plástico(„nurdles“, en inglés) que la industria utiliza como materia prima para fundir y crear nuevos objetos. Estas bolitas, también conocidas como „lágrimas de sirena“, se cuentan por millones en muchas zonas del mar y son ingeridas por miles de animales, que las confunden con huevas de pez. Su alto contenido tóxico, con sustancias como los PCB's y los DDE's, constituye el mayor riesgo para la salud humana y, como advierte Moore, „ muy pronto lo tendremos en nuestro plato“.
Yo me pregunto: „¿hemos llegado a un punto de no retorno, en el que no será posible retirar todo lo que hemos contaminado?“ La posibilidad de deshacerse de todo este plástico es menor a medida que pasa el tiempo. El plástico puede tardar hasta 500 años en deshacerse si flota en la superficie, pero en los fondos marinos puede quedar inalterable para siempre. El problema aumenta rápidamente y no soy optimista respecto al futuro. Es posible que veamos especies que no pueden mantener sus niveles de reproducción porque están comiendo un material que no es nutritivo, y eso es muy serio porque no hay posibilidad de disminuir los plásticos en el océano con el actual modelo industrial.
Habrá gente que piense que el problema no es para tanto. Del mismo modo que se pone en duda la influencia humana en el cambio climático, alguien podría aventurarse a negar esta realidad y consecuencia directa de la irresponsabilidad humana y la cultura del plástico. El hombre está pavimentando el camino hacia su propio colapso o, si se prefiere, está cavando su propia tumba.