En víspera de todos los santos a los vivos les gusta hacerse los muertos. Es injusto, no hay reciprocidad. Segovia se llenó de personas disfrazadas de difunto. Algunas con gran esfuerzo y mérito. Daban casi miedo. En un semáforo vi a cuatro muertos embutidos en un coche decorado con telas de araña y cristales machados de sangre. Más allá, frente a la piscina cubierta, un drácula se cruzó en el paso de peatones con un tipo tocado con sombrero de copa y éste se lo quitó ceremoniosamente porque la buena educación no se debe perder por detalles insignificantes como ser o no ser. En mi calle me topé con una manifestación de muertos. Debe ser que en el más allá también andan con recortes y en crisis. Me deslicé entre ellos con mi disfraz de viva. Nadie afeó mi falta de compromiso con la fiesta. Debieron pensar que quien hacía teatro era yo.
El Halloween anglosajón ha sustituido en las ciudades al cristiano día de los santos. Es un avance. Como el Carnaval mejora la Cuaresma. Prefiero el Cádiz pagano a la Sevilla de las procesiones (un teatro monumental que merece la pena). En los pueblos se mantiene el almodovariano día de los muertos-santos: acudir al cementerio, adecentar lápidas, colocar flores y hablarle un poco a los muertos-muertísimos. Visto desde fuera resulta rara tanta pasión por los que se fueron cuando vivimos de espalda a la Muerte y a los demás vivos. Vivimos como si este extraño, injusto y no siempre divertido chiringuito de feria fuese eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario