Cruzo ríos. Me duelen las piernas, los pies, los hombros pero sigo caminando entre remansos que conducen a la otra orilla. En ella dejaremos las pesadillas, los miedos y las cenizas de lo que pudimos ser y no somos. Después, tras respirar, descansar unas horas y contarnos cuentos alrededor de un fuego limpiador, regresaremos de la mano a esta orilla, para seguir el camino. El camino elegido, no el que arrastra. Ya escucho las risas nerviosas, la complicidad que crece, el deseo. También escucho esta canción que es armónica y torbellino. Buenos días, Berlín.
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