sábado, 21 de mayo de 2011

Sol

La clase política no entiende qué sucede. Falta inteligencia, honestidad intelectual y humildad. Ni siquiera sabía que existía ciudadanía. Se escuchan solo a sí mismos; leen periódicos, oyen radios y ven televisiones en las que solo salen ellos o se habla de ellos. Los periodistas que acuden a tertulias, a 59 segundos, por ejemplo, se reparten los roles de políticos y repiten sus palabras, sus vaciedades.

La protesta de Sol no es solo contra una clase política que vive fuera de la realidad de la mayoría, también lo es contra una clase periodística que salvo rarísimas excepciones ha renunciado a fiscalizarles, a inquietarles, a preguntarles. No es hora de sacar pecho, de ponerse medallas: somos cooperantes necesarios, culpables de tanta insensibilidad, de primar el corta y pega y las declaraciones vacuas, de no exigir, de no exigirnos, de renunciar a ser lo que somos y de pensar más en lo que cuesta en vez de pensar en lo qué es lo importante.

Esta es una sociedad mediocre en manos de mediocres. Sol es una ventana que se abre para que entre el aire y salga el humo. Respiremos.

Respiremos y exijamos. Listas abiertas en las que el votante pueda seleccionar a los mejores; políticos que atiendan a los ciudadanos, a los votantes, y no al dirigente que decide quién va en la lista y quién no, es decir, quien cobra y quien se queda en el paro. Habría que liberar a los políticos honestos, a los que aun quieren soñar y trabajar, del yugo de los aparatos, de los fontaneros, de los fabricantes de mentiras huecas. Hay que acabar con la obediencia debida, con los privilegios, con los coches oficiales y las pensiones vitalicias por decir sí señor durante dos legislaturas.

Hay que acabar con los corruptos, las comisiones ladronas, los bonus de los banqueros, sean privados o no, con los empresarios irresponsables, con los despidos en masa para aprovechar la coyuntura y con la dictadura de los mercados. Hay que acabar con las agencias que juegan con las deudas como quien juega en un casino. Hay que recuperar el Estado de bienestar, proteger a los ancianos, pelear por una educación de calidad y una sanidad cuyo beneficio sea curar y no ahorrar. Hay que desenmascarar a los medios de comunicación que basan su negocio en la mentira, el odio y la bazofia.

Cuando acabemos con todo esto, acabaremos con nosotros mismos. Después, seguro, llegará el hombre nuevo. Seguro.