martes, 30 de marzo de 2010

Manifiesto Antitaurino

"Consideramos con inquietud y rechazo la propuesta de declarar Bienes de Interés Cultural las corridas de toros en varias Comunidades Autónomas de nuestro país. Lamentamos que ciertos representantes políticos en Madrid, Murcia o Valencia se hayan dejado llevar por un oportunismo que casa mal con su deber de velar por el bien común.

Concedemos que la mal llamada “fiesta de los toros” sea cultura –en el mismo sentido en que los tormentos que aplicaba a sus reos la Santa Inquisición formaban parte de la cultura española de la época— pero ¿va a ser por eso un bien? Que una práctica determinada venga enmarcada en una tradición o una cultura no nos dice nada sobre su posible justificación ética.

Sin embargo, esta situación podría permitirnos plantear la cuestión en profundidad. No se trata de que regionalistas o nacionalistas periféricos cuestionen una supuesta esencia cultural española, sino de algo de mucho mayor calado: la toma de conciencia sobre espectáculos crueles donde se torturan y matan animales que padecen dolor, miedo y otros afectos similares a los nuestros.

Las prácticas culturales que involucran la tortura de animales -desde la caza del zorro a la fiesta roja de la matanza de cetáceos en las islas Feroe— son inaceptables. No disfracemos su brutalidad e inhumanidad: se trata de signos de barbarie.

El sacrificio más o menos ritual del toro en el curso de la corrida conlleva un grado de sufrimiento y destrucción del animal incompatible con una conciencia civilizada. El sacrificio de seres humanos y de animales forma parte de la historia de la humanidad, y ha constituido incluso el núcleo de lo sagrado en determinadas formas de organización social, pero su persistencia, por mucho que la asuma una parte de una sociedad, es incompatible con el progreso moral en las mentalidades y no es compatible con la supervivencia de nuestra especie en la Tierra .

Con la supresión de las corridas de toros puede avanzarse hacia una reconsideración profunda de la relación entre el ser humano, el resto de animales y la naturaleza. No debemos apoyar prácticas sociales que legitiman la violencia. Semejante escuela de brutalidad nunca debería ser considerada Bien de Interés Cultural."

lunes, 29 de marzo de 2010

MÁS ALLÁ DEL ABRAZO


Cuántas veces traicionamos por la palabras,
asesinamos por las ideas y destruimos por hacer historia,
tal vez las mismas
que las que creamos intangibles puentes
entre el absurdo y la esperanza.

Pero
sobre este suelo de cristales rotos,
sobre este mundo tantas veces deshecho,
queda algo que nos salva
a ti y a mí
en sólo dos metros cuadrados.
Porque en el territorio preciso del encuentro
donde nuestras miradas se deshacen en la cercanía,
en la baldosa exacta sobre la que nos abrazamos,
creamos un universo entero,
tejemos la cortina transparente
que iza un cosmos sentido y verdadero.

Más allá de las palabras,
más allá de las ideas,
más allá incluso de la historia.
Exactamente aquí,
en la unión de nuestros brazos,
en el calor cómplice de dos cuerpos proyectados
uno en el otro,
en el pilar impalpable
en el que nos sostenemos sobre la nada
somos energía liberada y compartida,
un haz de luz reclamando su sitio
en el silencio donde todo está dicho sin palabras,
una espiral ardiente que emerge hacia el infinito...

...somos el mundo
y representamos de nuevo su creación,
un abrazo entre el mar y el cielo.

viernes, 19 de marzo de 2010

Las dueñas del destino

Las Moiras son la personificación del destino. Inicialmente, todo ser humano tenía su Moira, pero luego el concepto se vuelve más abstracto y se convierten en una divinidad femenina. Su carácter es totalmente impersonal e inflexible, como la concepción que tenían los griegos del Destino. Después de la epopeya homérica (La Ilíada y La Odisea), se institucionaliza la idea de tres Moiras:

-Cloto: „la hilandera“, hilaba la hebra de vida desde su rueca hasta su huso. Su equivalente romana era Nona (Novena).
-Láquesis: „la que echa a suertes“, medía el hilo de la vida de cada persona con su vara de medir. Su equivalente romana era Décima.
-Átropos: „la inexorable“, era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en la que moría cada persona, y cuando su tiempo llegaba cortaba su hebra con «sus detestables tijeras».Su equivalente romana era Morta (Muerte).

Su función es regular la vida de cada mortal, desde su nacimiento hasta su muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba, y la tercera cortaba cuando llegaba el final de esa existencia. Siempre que nacía un niño las Moiras estaban presentes para asignarle su cuota de vida, de felicidad y de tristeza. Su destino quedaba fijado desde aquel momento, y difícilmente podría escapar a él.

Se las representaba habitualmente vestidas de blanco, viejas y solemnes, acompañadas por sus instrumentos: el huso, la vara de medir y las tijeras. Los griegos afirmaban variadamente que eran las hijas de Zeus y la titánide Temis (la ‘Institutriz’) y hermanas de Las Horas o de seres primordiales como Nix (la Noche), Caos o Ananké (la Necesidad).

Las Moiras eran a la vez diosas de la vida y de la muerte. Al conocer el destino de los hombres, conocían su futuro, por lo que se les atribuía también la capacidad de hacer profecías, al igual que el dios Apolo.

Además de establecer el destino de cada cual, se encargaban de que se cumpliese. Y en esto resultaban verdaderamente implacables. Cuando un asesinato no previsto truncaba el plan divino, enviaban a las temibles Erinias a castigar al agresor, y en algunas ocasiones podían llegar incluso a restituir la vida al difunto. Una anécdota curiosa es la de Admetos. Apolo consiguió que las Moiras le concediesen a Admetos el privilegio de ser librado de la muerte una vez que llegase su hora, siempre que algún voluntario ocupase su lugar. Se dice que el dios consiguió este favor de las Moiras tras emborracharlas.

Lo decretado por las Moiras era, en principio, inflexible. Sin embargo, Homero consideraba que Zeus tenía la potestad para salvar a alguien en el último momento, si él así lo deseaba. También creía que los hombres podían, hasta cierto punto, huir de sus designios, con tal de evitar determinadas situaciones. Después de todo, las Moiras no podían intervenir en la vida de los humanos de forma directa, sino provocando causas intermedias.

La idea generalizada, sin embargo, consistía en que ni siquiera los dioses escapaban a las leyes del destino, a las leyes de las Moiras. También los acompañaban a ellos en su nacimiento, momento en el cual les asignaban una función y, a veces, incluso las tierras a las que estarían asociados como patronos. Incluso los dioses temían a las Moiras. Zeus también estaba sujeto a su poder, admitió una vez la sacerdotisa pitia de Delfos.

Shakespeare se inspiró en este mito para crear las tres brujas que aparecen en Macbeth, cuya intervención es determinante en el destino del protagonista.

sábado, 6 de marzo de 2010

La metáfora del aguilucho

Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque encontró un aguilucho malherido. Se lo llevó a casa, lo curó y lo puso en el corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como un pollo más. Un día, un naturalista que pasaba por allí preguntó al granjero:
-¿Por qué este águila, reina de todas las aves y pájaros, permanece encerrada en el corral con los pollos?
El granjero le contestó:
-Me la encontré malherida en el bosque, y como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos, y por tanto ya no es un águila.
El naturalista dijo:
- El tuyo me parece un bello gesto, haberla recogido, cuidado y curado. Además le has dado la oportunidad de sobrevivir, y le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de tu corral. Sin embargo, tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
- No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho, yo no se lo he impedido.
-Es verdad, tú no se lo has impedido, pero como muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñásemos a volar como las águilas?
-¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es un águila, qué le vamos a hacer...Hay cosas que no se pueden cambiar.
-Es verdad que en los últimos meses se ha comportado como los pollos. Pero tengo la sensación de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
-Tengo mis dudas porque, ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades, pensamos en sus posibilidades?
-Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero...¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
-Es posible.
-¿Qué te parece si probamos?
-Probemos.
Animado el naturalista, al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos, lo llevó hasta una loma cercana y le dijo:
-Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Esas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y, al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
-Eres águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho, de nuevo, tuvo miedo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.
Muy temprano, al día siguiente, el naturalista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí, le animó diciendo:
-Eres águila. Abre las alas y vuela alto.
El aguilucho miró fijamente a los ojos del naturalista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suave:
-No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas, pero ya verás como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además, estos días pasados, cuando saltabas, pudiste comprobar qué fuerza tenían tus alas.
El aguilucho miró a su alrededor, abajo, hacia el corral, hacia arriba, y hacia el cielo. Entonces, el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente. El aguilucho abrió lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Había recuperado por fin sus posibilidades.