"Consideramos con inquietud y rechazo la propuesta de declarar Bienes de Interés Cultural las corridas de toros en varias Comunidades Autónomas de nuestro país. Lamentamos que ciertos representantes políticos en Madrid, Murcia o Valencia se hayan dejado llevar por un oportunismo que casa mal con su deber de velar por el bien común.
Concedemos que la mal llamada “fiesta de los toros” sea cultura –en el mismo sentido en que los tormentos que aplicaba a sus reos la Santa Inquisición formaban parte de la cultura española de la época— pero ¿va a ser por eso un bien? Que una práctica determinada venga enmarcada en una tradición o una cultura no nos dice nada sobre su posible justificación ética.
Sin embargo, esta situación podría permitirnos plantear la cuestión en profundidad. No se trata de que regionalistas o nacionalistas periféricos cuestionen una supuesta esencia cultural española, sino de algo de mucho mayor calado: la toma de conciencia sobre espectáculos crueles donde se torturan y matan animales que padecen dolor, miedo y otros afectos similares a los nuestros.
Las prácticas culturales que involucran la tortura de animales -desde la caza del zorro a la fiesta roja de la matanza de cetáceos en las islas Feroe— son inaceptables. No disfracemos su brutalidad e inhumanidad: se trata de signos de barbarie.
El sacrificio más o menos ritual del toro en el curso de la corrida conlleva un grado de sufrimiento y destrucción del animal incompatible con una conciencia civilizada. El sacrificio de seres humanos y de animales forma parte de la historia de la humanidad, y ha constituido incluso el núcleo de lo sagrado en determinadas formas de organización social, pero su persistencia, por mucho que la asuma una parte de una sociedad, es incompatible con el progreso moral en las mentalidades y no es compatible con la supervivencia de nuestra especie en la Tierra .
Con la supresión de las corridas de toros puede avanzarse hacia una reconsideración profunda de la relación entre el ser humano, el resto de animales y la naturaleza. No debemos apoyar prácticas sociales que legitiman la violencia. Semejante escuela de brutalidad nunca debería ser considerada Bien de Interés Cultural."
Concedemos que la mal llamada “fiesta de los toros” sea cultura –en el mismo sentido en que los tormentos que aplicaba a sus reos la Santa Inquisición formaban parte de la cultura española de la época— pero ¿va a ser por eso un bien? Que una práctica determinada venga enmarcada en una tradición o una cultura no nos dice nada sobre su posible justificación ética.
Sin embargo, esta situación podría permitirnos plantear la cuestión en profundidad. No se trata de que regionalistas o nacionalistas periféricos cuestionen una supuesta esencia cultural española, sino de algo de mucho mayor calado: la toma de conciencia sobre espectáculos crueles donde se torturan y matan animales que padecen dolor, miedo y otros afectos similares a los nuestros.
Las prácticas culturales que involucran la tortura de animales -desde la caza del zorro a la fiesta roja de la matanza de cetáceos en las islas Feroe— son inaceptables. No disfracemos su brutalidad e inhumanidad: se trata de signos de barbarie.
El sacrificio más o menos ritual del toro en el curso de la corrida conlleva un grado de sufrimiento y destrucción del animal incompatible con una conciencia civilizada. El sacrificio de seres humanos y de animales forma parte de la historia de la humanidad, y ha constituido incluso el núcleo de lo sagrado en determinadas formas de organización social, pero su persistencia, por mucho que la asuma una parte de una sociedad, es incompatible con el progreso moral en las mentalidades y no es compatible con la supervivencia de nuestra especie en la Tierra .
Con la supresión de las corridas de toros puede avanzarse hacia una reconsideración profunda de la relación entre el ser humano, el resto de animales y la naturaleza. No debemos apoyar prácticas sociales que legitiman la violencia. Semejante escuela de brutalidad nunca debería ser considerada Bien de Interés Cultural."