Pensé: es un sueño.
Me incorporé y traté de imitarlos. Resulta complicada la existencia al revés cuando todo tu cuerpo está al derecho. El tránsito mañanero por el baño fue una odisea. Tras desayunar al revés, bajé a la calle y me topé con una realidad al revés en la que las personas se movían al derecho. No era un mundo silencioso como el del sueño; este estaba poblado de charlatanes con chaqué y bombín que anunciaban crisis financieras y recortes sociales en un nuevo mundo huxleyliano feliz.
Pensé: es una pesadilla.
Me di media vuelta y regresé a mi cama, puse los pies en la almohada y la cabeza en los pies. Llevo así unas cuantas horas, feliz, sonriente, en huelga de verticalidad, viviendo al revés en un mundo al revés.
Debe de ser una cuestión de armonía.