viernes, 17 de septiembre de 2010

Catarsis

Llueve. Deben caer goterones porque repican como campanas contra las tejados. Me gusta el sonido de la lluvia. Su olor. A tormenta. A tierra mojada que vuela . Me gusta cuando la vida me entra por el olfato. Me pone triste revolverme, repensar, resentir. Llueve menos. Se apagan las gotas que ya son diminutas, sin energía, y los truenos se alejan, tronando hacia otro lugar. Madrid se ha refrescado. Tengo ganas de invierno, de frío, de jersey gordo. Tengo ganas de edredón y de sentir su calor. La vida son sensaciones, poco más. Tengo ganas que llegue la noche del viernes, del fin de semana. Que las distancias se hagan tan pequeñas que baste alargar la mano. Apenas llueve ya. Los truenos parecen un concierto lejano, casi un susurro. Tengo sueño y ganas de soñar que me despierto y me subo a un tren que viaja hacia un tiovivo lleno de caballos con el pelo rizado. Me gustan los tiovivos y me gusta la gente que se baja de ellos de un salto, como si ya no tuviera miedo a los abismos. Un salto nada más. Sólo uno. La lluvia se perdió en alguna señalización mal puesta porque ha regresado con fuerza: rayos, centellas y truenos. Me gusta ese descontrol, este va y viene de aires y gotas. Miro por la ventana y saco la mano para mojarme. Me gusta oler, pero me encanta tocar, ser tocada, me gusta mojarme hasta empaparme, sin miedo, como si fuese la última vez.

2 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

Tiene que llover. Pero no atormentar.

http://www.youtube.com/watch?v=RpGP1PJNfUw

Ion dijo...

wow!