La muerte significa el final de la conciencia. Como sueño sin ensueños, como antes de nacer, sin recuerdos.
La muerte nos acompaña, nos persigue, nos obsesiona. Es nuestra eterna compañera. No podemos escapar a ella y no solo porque nos llegará el momento, sino por todas las personas que vemos morir cada día y también, con toda posibilidad, las que mueren para que nosotros vivamos mejor.
Por desgracia, a la mayor parte de nosotros nos es indiferente la muerte de la mayor parte de las personas. Únicamente cuando lo vemos en la televisión con bastante crudeza o muere alguien cercano tomamos conciencia de lo que es. Normalmente no pensamos en ella, hasta que ya es demasiado tarde. Esta es la idea que quiero transmitir; que no solo hay que aceptarla y asumirla, sino vivir con ella y tenerla siempre presente. Mucho se ha escrito y muchos tópicos se han creado en torno a ella.
„Hay que vivir la vida como si fuera nuestro último día, porque no sabemos lo que nos puede pasar.“
Eso es bastante cierto y también hay que tenerlo en cuenta. Pero creo que hay algo que nos afecta más que la propia muerte y es la de nuestros seres más queridos.
La muerte es necesaria para recordarnos todas las cosas importantes que tenemos en nuestras vidas (otro interesante tópico) y recordar que puede llegar a cada momento, nos hace mucho más fácil perdonar, olvidar, darnos cuenta de las estupideces que nos obsesionan y nos hacen desperdiciar nuestras vidas, pero especialmente nos recuerda su presencia, lo tremendamente importantes que son determinadas personas para nosotros y como creemos que no podríamos vivir sin ellas.
Pero hay un siguiente nivel en tener presente la muerte y es aceptarla. Aceptar que muchas de nuestras personas más queridas morirán algún día, y otras sin esperárnoslo. Pero no sólo eso. Cada día que vivimos algo muere en nosotros. Vamos perdiendo progresivamente la fe ciega en muchas cosas. Mueren las amistades, mueren los amores, mueren las esperanzas y mueren los deseos. Mueren millones de cosas, cada día, poco a poco y muchas veces de forma imperceptible. De algún modo todas esas muertes nos transforman, nos vuelven más indiferentes, más cínicos ante todo.
Esa muerte puede crear personas amargadas que ya no creen en nada y a quienes todo da igual.
Pero existe la superación de uno mismo mediante la muerte…
Muchas veces recuerdo con nostalgia mi infancia o mi adolescencia(a veces creo que aún lo soy). La época de las emociones fuertes y las ilusiones de la amistad y el amor. Las eternas borracheras que mitificábamos como lo más grande creyéndonos filósofos por haber leído un par de libros que aún casi nadie leía. Uno mira atrás y piensa en todo lo que se ha perdido, a pesar de que renunció a ello por alguna razón en concreto y no solo por la mera inercia. En cierto sentido parece haber muerto algo...parecen haber muerto muchas cosas. Las mil frustraciones que se van acumulando con el paso de los años, que se quedan clavadas en el corazón pensando que la vida es un asco y que nada vale la pena.
Ya no se ve la amistad como se veía antes, ni los sueños de futuro que muchas veces parecen truncarse, ni las esperanzas de encontrar el amor verdadero, viendo todas las relaciones hipócritas que se pueden ver condenadas al fracaso aunque luego duren años por mera inercia.
La amistad, el amor, las emociones fuertes, mil juergas, viajes, libros, canciones, muchas personas conocidas, y otras muchas anécdotas vividas. A veces parece que ya no hay mucho más por ver o por vivir, que todo lo pasado fue mejor, quizás porque éramos de espíritu más abierto y todo nos parecía divertido y bonito.
Obviamente cuando se han vivido ciertas cosas, ya no se puede tener una visión infantil e ingenua de ellas. Por mucho que se pretenda no se puede ser siempre un niño. Es una etapa de la vida como cualquier otra. Poco a poco nuestras obligaciones y frustraciones nos van amargando, hacen que muramos lentamente.
De Saint-Exupery hacía mucho hincapié en el concepto en “Vuelo nocturno”. Lo que hacía hombres a sus protagonistas es seguir intentándolo a pesar de que con sus actos podían morir seres queridos. En cierto sentido ese simple pensamientoes algo horrible, pero la idea esencial, es que solo se alcanza la plenitud como persona, consiguiendo superar ese tipo de obstáculos. No siendo indiferentes a la muerte de otros o la que se produce dentro de nosotros, sino asumiéndola y seguir actuando según nuestros principios a pesar de ella.
Las amistades no serán lo que eran, pero quizás sean mejores por verlas con más madurez y precisamente dignifique mucho más tenerlas, exigiéndose la misma tolerancia y fe, que antes dábamos por ingenuidad y que ahora damos porque queremos. Lo mismo pasa en el amor y en todas las cosas que nos propongamos. Si seguimos actuando acorde a nuestros principios, mediante la sinceridad, la lealtad y el sacrificio a pesar de las muchas veces que todo eso solo nos ha servido para recibir palos.
No soy creyente, pero aún así hay una similitud, puesto que la búsqueda de dios, es la búsqueda de lo que nos enriquece, y eso a pesar de todas nuestras muertes interiores, de todas las veces que dejamos de creer.
Quien no viva todas esas muertes de cerca, quien se cree un mundo imaginario a su alrededor, sin tener presente la muerte como algo esencial en nuestras vidas, jamás alcanzará la plenitud como persona y su felicidad será tan inestable como ficticia.
El cuerpo se descompone, sus elementos vuelven a formar parte de la tierra, de modo que cuando uno se muere, retorna a la tierra...